Existen varias razones por las cuales debemos empezar a comunicarnos diferente y este problema social surge dentro del contexto social y cultural patriarcal establecido, donde se practica un lenguaje cotidiano androcéntrico, el mismo que no es inofensivo y contribuye a reproducir una sociedad desigual, sobre el cual emerge la necesidad de contar con un lenguaje diferente donde se incluya a toda la humanidad sin ausencias, ya que inicialmente erradicaría las condiciones de inequidad social existentes.
Las
expresiones androcéntricas que se reproducen en la cotidianidad se convierten
en mensajes condicionados y estereotipados, los mismos que se reproducen con
contenidos inequitativos en los hábitos sociales y posteriormente se
efectivizan en las prácticas, por lo tanto el accionar de la humanidad está
acorde con lo que han aprendido.
Cabe
destacar que tanto mujeres como hombres tienen sus propias características
psicológicas, emocionales,
culturales, lingüísticas, éticas, espirituales, estéticas, pero en la práctica
sus identidades no son elegidas sino más bien son asignadas por el mismo
sistema patriarcal, y debido a lo antes mencionado, uno de los grandes
objetivos ha sido analizar varias teorías frente a las dinámicas patriarcales,
con la esperanza de encontrar miradas críticas con respecto a la naturalización
del lenguaje androcéntrico.
Además
es importante considerar que esta problemática social surge al momento de
comunicarse por medio del lenguaje ya que: “El lenguaje no sólo refleja y comunica los hábitos y valores de una
determinada cultura sino que conforma y fija esos hábitos y valores.” (Facio y Frías, 2005: 27). Es decir los estereotipos de dominación se van
naturalizando en el hábitus de las personas acorde a lo que han aprendido en el
lapso de su vida y a los elementos culturales elegidos por la propia
colectividad.
Pero
esta dinámica social no está establecida por leyes naturales sobre las cuales
no se tenga la posibilidad de intervenir o de accionar, por lo tanto se debe
buscar insumos que permitan alcanzar las posibilidades de reestructurar de
alguna manera el lenguaje formal androcéntrico que se utiliza en la
cotidianidad y esto sólo puede ser factible a partir de que las personas
reconozcan las dinámicas diferenciadas que prevalecen en la formación de la humanidad.